Marina Tsvietáieva: Retrato de B. Pasternak
- iván garcía lópez
- Oct 7
- 5 min read
Retratos
Traducción de Irina Bogdaschevski
A Ehrenburg

…Leo los poemas de Pasternak por primera vez. (Los he escuchado – oralmente – de Ehrenburg, pero con la fronda que me es tan propia, – ¡no!, ¡se olvidaron los dioses de colocar en mi cuna el don del amor conciliador! – y a causa de los antiguos celos, la total imposibilidad de amar de a dos – me obstinaba silenciosamente: “Quizás, es genial, pero no lo necesito”). A Pasternak personalmente lo conozco casi superficialmente: tres o cuatro encuentros rápidos. – Y casi mudos, porque jamás quiero conocer algo nuevo. – Lo escuché una vez junto con otros poetas en el Museo Politécnico. Leía con voz apagada y se olvidaba de casi todos los versos. Por su enajenamiento en el escenario hacía recordar a Blok. Daba la impresión de un recogimiento penoso, uno tenía ganas de empujarlo, como si fuera un vagón que no avanza… “¡Pero vamos…!”, y como no me ha llegado ni una palabra (sólo algo parecido al rezongo de un oso que se está despertando), un pensamiento impaciente: “¡Dios mío, para qué atormentarse así y atormentar a los demás!”
El aspecto exterior de Pasternak es excelente: hay en su rostro algo de árabe y al mismo tiempo, de su caballo: algo de estar alerta, de escuchar atentamente, – y de un momento a otro… absoluta disposición para correr. – Un enorme, también caballuno, salvaje y perplejo bizqueo de los ojos (no ojos, sino el arcaico “ocos”…) Da la impresión de que siempre está escuchando algo, con una atención incesante, y – de pronto – la irrupción de la palabra – casi siempre una extraña, como pretemporal: como si hablara una roca, o un roble. La palabra (en la conversación) es como la interrupción de los mutismos ancestrales. Y no sólo en la conversación, sino, quizás en virtud de mi mayor experiencia, puedo afirmar que también en el verso. Pasternak no vive en la palabra, como el árbol no lo hace en la evidencia de su follaje, sino en su raíz (en el misterio). Debajo de todo el libro – cierta enorme marcha del Kremlin – el silencio.
Silencio, tú eres lo mejor
de todo lo que he escuchado…
Un libro tanto de los silencios como de los gorjeos, con no menor afecto del que hablaré yo sobre los tesoros indemostrables.
Ahora, antes de empezar a hablar de su libro (con toda una serie de golpes y rebotes), dos palabras sobre los cables que transmiten su voz: sobre su don poético. Creo que el don es enorme, porque la esencia, enorme, nos llega entera. – El don, evidentemente, está a nivel de la esencia, un caso excepcional, un milagro, porque en cada libro del poeta – hay un suspiro: “Con semejantes condiciones”… o (menos frecuente) – “Pero, algo llega a comprenderse”… No, de esto – Dios a Pasternak y Pasternak a nosotros – nos han liberado. Es único e indivisible. El verso es la forma de su sustancia. El divino “no puede ser de otro modo”. Allí donde puede prevalecer la “forma” sobre el “contenido”, o el “contenido” sobre la “forma” – allí la sustancia no pernoctó nunca. – Y no se le puede imitar: “se puede imitar sólo la vestimenta. Es necesario que nazca otro igual.
Sobre los tesoros demostrables de la poesía de Pasternak (ritmos, metros, etc.) otros hablaran en su momento – y seguramente con no menor afecto que yo – sobre los tesoros indemostrables.
Eso es asunto de los especialistas en poesía. Mi especialidad – es la Vida.
¡Mi hermana la Vida! – Mi primer movimiento, después de haberlo captado todo: desde el primer golpe hasta el último – los brazos abiertos, así, para que crujan las articulaciones. Caí en su poder, como en un aguacero.
– Un aguacero: todo el cielo sobre la cabeza, como una plomada: aguacero recto, aguacero oblicuo – a través, corriente de aire, discusión entre los rayos de luz y de lluvia.
– Tú no tienes nada que ver: si justo te tocó… – ¡pues crece!
– Un aguacero de luz.
Pasternak es un gran poeta. Actualmente es el más grande: la mayoría de los existentes han sido, algunos son, pero sólo él será. Porque él aún no es como debe ser: balbuceo, tintineo, gorjeo, – ¡todo hacia Mañana! – el sollozo de un niño, – y este niño es el Mundo. El sollozo. Pasternak no habla, no tiene tiempo para terminar la frase, él se desgarra todo – como si su pecho no pudiera contenerlo: ¡a – ah! No conoce aún nuestras palabras: algo isleño-pueril-paradisíaco ininteligible, – y que derriba. A los tres años es algo acostumbrado y se llama niño; a los veintitrés años es algo desacostumbrado y se llama poeta. (¡Oh, igualdad, igualdad! ¡A cuántos les tuvo que robar el buen Dios hasta la séptima generación para crear a un solo Pasternak!).
Olvidado de sí mismo, fuera de sí, a veces se despierta de pronto y entonces, sacando la cabeza por la ventanita (a la vida – en minúscula) – pero, ¡milagro! – en lugar de una iluminada cúpula de tres años – ¿no es extravagante su gorro de filósofo de Marburgo? – Y con voz adormecida – desde las alturas del desván hacia el patio interno, a los niños:
¿Qué milenios, queridos,
Tenemos hoy afuera?
Pueden estar seguros de que ya no escucha la respuesta. Vuelvo a la edad pueril de Pasternak. Pasternak – no es un niño (porque entonces no crecería hacia los amaneceres, sino hacia la calma de los 40 años, – ¡el destino de todos los niños terrenales!) – Pasternak no es un niño, el mundo es un niño en él. Al propio Pasternak lo ubicaría en los primeros días de la creación: de los primeros ríos, de los primeros amaneceres, de las primeras tormentas. Él fue creado antes que Adán.
Me temo también que de mis agitaciones desvalidas se haga ver sólo una cosa: la alegría de Pasternak. – Alegría. – Me quedo pensativa. Sí, la alegría del estallido, del alud, del golpe, la más pura descarga de todas las venas y fuerzas vitales, cierta blancura candente, la que de lejos uno puede tomar por una simple hoja blanca.
Sigo pensando: ¿qué es lo que no tiene Pasternak? (Porque si tuviera todo, sería la vida, quiero decir que él mismo no existiría. Sólo por medio de un no puede ser constatada la presencia del sí: lo apartado). Escucho atentamente, – y: espíritu de gravedad. La gravedad es para él un nuevo aspecto de eficacia: quitarla. Lo verás a él más bien derribando el alud, que en una choza cubierta de nieve esperando un murmullo mortal. Él nunca se quedará esperando la muerte: es demasiado impaciente y ansioso – él mismo se tiraría a su encuentro: con la frente, el pecho, con todo lo que se obstina y se adelanta. A Pasternak no podrás robarle. Es el durch Leiden – Freude [a través del sufrimiento – la alegría] de Beethoven.
El libro está dedicado a Lérmontov. (¿Su hermano?).
Lo iluminado – a lo oscuro.
La atracción natural; la tendencia común hacia la perdición: perderse. Pasternak y Lérmontov. Tan entrañables y dirigidos hacia los opuestos, como dos alas.
Fragmento
_____
Marina Tsvietáieva. 2025. “Un aguacero de luz. La poesía de lo eterno masculino. (Notas sobre Borís Pasternak)”. En Retratos. Traducción de Irina Bogdaschevski y Fulvio Franchi. Buenos Aires: Partícula. pp. 14-17.
Comments