Traducción de Irina Bogdaschevski de un fragmento del ensayo de Marina Tsvietáieva “El aguacero de luz” (1927), sobre el libro de poemas Mi hermana, la vida (1922), de Boris Pasternak, realizada para la revista argentina el espiniyo (2007). En la nota editorial que acompaña a la traducción se lee: “Marina Tsvietáieva nació en Moscú en 1892. Editó su primer libro de poemas, El álbum vespertino, a los 18 años. En 1922 salió de Rusia y vivió en Berlín y luego en Praga; desde 1925 se radicó en París, donde llevó una vida de extrema pobreza. En 1939 decidió volver a su país, pero allí no encontró trabajo ni nadie que se interesara por sus textos. En 1940 trabajó como sirvienta en la aldea de Elábuga, y en agosto de 1941 se suicidó ahorcándose”. Enseguida, tres momentos de la traducción de Bogdaschevski y el enlace al número completo de la revista.
Boris Pasternak y la lluvia
La lluvia. ¿Qué es lo que enseguida aparece en la amistosa consonancia? La palabra “DAZHD” (en ruso la lluvia es “DOZHD”, y “DAZHD” es, en ruso antiguo, “Dando”, y también “Sol”). Y tras “DAZHD” naturalmente viene: Dios. “Dios dando”. ¿Qué? ¡Lluvia! En el propio nombre del sol eslavo ya figura el pedido de la lluvia. Más aún: es como si en él la lluvia ya fuera dada. ¡Qué amistoso! ¡Qué breve! (¡Son vuestros maestros, Pasternak!) Y con el viraje de la frente hacia la década pasada. ¿Quién entre nosotros describía la naturaleza? No quiero revolver los nombres (distraerme, pensar en los otros), pero – con un repaso relámpago – ¡nadie, señores! Escribían mucho y admirablemente (primera Ajmátova) sobre sí mismos en la naturaleza, con tanta naturalidad, – ¡cuando era Ajmátova! – eclipsando a la naturaleza, escribían sobre la naturaleza dentro de ellos (asemejando, asemejándose), escribían sobre los acontecimientos que sucedían en la naturaleza, sus particulares rasgos y horas, pero aunque fuesen admirables estos escritos, todos eran “sobre”, nadie “a”, ella misma: acentuada. Y he aquí: Pasternak. Y aparece la incertidumbre: ¿quién escribe a quién, todavía?
La clave del enigma es la penetrabilidad. Se hace penetrar, de tal modo, por una hoja, un rayo, – que ya no es él, sino: la hoja, el rayo. Es la transformación. El milagro. – Desde el alud de Lermontov, hasta la bardana de Lebedianski. – Todo está presente, sin excepción, sin error. Pero más apasionadamente que las hierbas, amaneceres o borrascas – amó Pasternak a la lluvia. (¡Cómo le había llovido al poeta! ¡Todo el libro flota!) ¡Pero qué poco otoñal, nada mezquino, ni tampoco “llovizna-lloviznita”! ¡La lluvia-guerrero, y no una lloviznita!
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Sobre Pasternak y el pensamiento. ¿Piensa? No. ¿Hay pensamientos? Sí. Pero sin su gesto volitivo: es el pensamiento que trabaja en él, cava pasos subterráneos, y de pronto con el estallido de luz hacia fuera. Revelación. Iluminación. (Desde adentro.)
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¿Pasternak, cuándo, duerme usted? Termino. Desesperada. No dije nada. Nada de nada porque tengo delante de mí: la Vida, y no conozco palabras semejantes.
Esto no es una reseña: es la tentativa de encontrar salida para no ahogarse. El único contemporáneo mío, para quien no me alcanzó la caja torácica. Así no se escribe sobre los contemporáneos. Confieso. Son celos, exclusivamente. Del oficio, para no ceder dentro de unos cincuenta años a la primera pluma fácil, ésta mi vital alabanza.
Señores, este libro es para todos. Y es necesario que todos lo conozcan. Este libro es para las almas, lo que Maiakovski es para los cuerpos: descarga en la acción. Este libro no sólo es curativo –como aquellas hierbas suyas– sino milagroso. Sólo hay que tomarlo con confianza, sin resistencia, con total mansedumbre: ¡O nos bajará, o nos salvará! El simple milagro de confianza: ¡Como árbol, perro, niño en la lluvia! Y nadie querrá suicidarse, ni nadie querrá fusilar…
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Marina Tsvietáieva. "Boris Pasternak y la lluvia". Traducción de Irina Bogdaschevski. El espiniyo 5-6 (verano de 2007). pp. 7-9.
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