TRAMOS DE SABER*
(selección)
Yo fui el ser vivo que dijo: «Primero quiero invernar».
No dejarse condenar a deshacer los moños de bronce.
A los ocho años yo todavía soñaba que me aceptaran como planta.
Gritamos para callar lo que se grita. El que exhibe jirafas ocultas a un enano. El que exhibe osos a un calvo.
Los caballos que en vez de cola tuvieran un látigo no se harían cocheros.
Cuando amerriguéis bastros de clivetes, aunque le reje a la calefeta, ¡venid glitones, venid chalados y lovogramas, la hora de Orca ha sonado, gran Listafú!
Entre los restos raídos de cualquier edad, el viento, al parecer, no envejece.
Jamás desesperen. Dejen más tiempo la infusión.
Los pinos, todos los resináceos, son árboles sociales. Es un hecho. Pero el manzano vive solo. El manzano silvestre, se entiende. Pero todo manzano acecha el momento de asilvestrarse, de vivir nuevamente solo, con frutos pequeñísimos, ácidos y bonitos (nada ampulosos). La verdad, nunca hubiéramos creído eso del manzano.
Taciturno en la montaña, charlatán en el llano.
Jabón no mira la grasa.
No encuentra las noches suficientemente oscuras. Quisiera hacerlas aún más opacas.
La comedia de las hojas, no hay que representársela a los árboles.
Para beber en el cuerpo de un infusorio hay que empequeñecerse, mucho, mucho, como además para cualquier otro descubrimiento importante. Pero entonces, ¡qué alimento!, ligero, fino, etéreo, sustancia de sustancia, y quien lo ha probado no puede desembriagarse.
A cada siglo su misa. ¿A qué espera éste para instituir una grandiosa ceremonia del asco?
Las jóvenes conciencias tienen el plumaje lacio y el vuelo ruidoso.
Mendigo, pero gobernador de una escudilla.
Cuando se es abeja por la mañana no hay cuento que valga, hay que ir a libar.
Mudo, guardado por dos sordos, espera un signo.
Supongan que los pensamientos son balones, el ansioso se las arreglaría para cortarse con ellos.
Quien esconde a su loco, muere sin voz.
Quien se ha inclinado ante una hormiga ya no tiene que inclinarse ante un león.
Quien ya no tiene hombros sube a las estrellas.
Olla de pensamientos que se toma por hombre.
Aun siendo cierto, es falso.
Como ahora vivo solo, a veces hablo en voz alta y, entonces, lo que digo es siempre «¡Vete! ¡Vete!». A qué lanzo esa orden, eso depende. Las inquietudes que afronto no siempre son las mismas.
Vida en común: pérdida de sí, pero disminución de acertijos.
Pobreza sin deudas sería demasiada soledad, dijo el pobre en su sabiduría.
El mal traza, el bien inunda.
La enseñanza de la araña no es para la mosca.
Quien ha rechazado a sus demonios nos marea con sus ángeles.
¿Por qué montar un caballo blanco cuando no se es un mentiroso?
Todo lo que madura se llena de bandidos.
Solazarse en el tejado, quizás se deba al sótano.
Incluso la tortuga se cree compuesta sólo de destellos… ¿Quién dijo que no tuviera razón?
El que es fuerte, como añora ser débil, es débil, pero el débil se extiende sin límites…
Quien combate con armas visibles, tarde o temprano se las quitarán, y se burlarán de él porque hizo tanto ruido y está sin armas.
Todo lo que sobresale acabará siendo sociable.
Cuando los ojos creen, las manos se engañan.
Si la hoja cantara, engañaría al pájaro.
Que se casen sólo si saben tejer juntos.
La inteligencia, para comprender, debe ensuciarse. Pero, antes que nada, incluso antes de ensuciarse, es preciso que haya sido herida.
La tristeza reembolsa.
* Publicado por primera vez en Tranche de savoir, suivi de Secret de la situation politique, Les Pas perdus, 1950, 76 p., con ilustraciones de Max Ernst. Incluido aquí en 1954. [N.E.]
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Henri Michaux. “Tramos de saber”. Frente a los cerrojos seguido de Puntos de referencia. Traducción, introducción y notas de Julia Escobar. Valencia: Pre-Textos, 2000. pp. 128-179.
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