El poeta no es un buen hombre que prepara a su antojo manjares perfectos para el género humano.
El poeta no es un hombre que medita esa preparación y que luego la sigue con atención y rigor para entregar el producto final al consumo de todos y en bien de todos.
No, el poeta no hace que en la poesía ocurra lo que él quiere. No se trata de voluntad ni de buena voluntad. El poeta no manda en su propia casa.
Tampoco está en nuestro poder hacer que la realidad entre en el ensueño, o el día en la noche.
No basta observar caballos de día para soñarlos de noche, infaliblemente; no basta proponerse soñarlos para que acudan. No hay un medio seguro de provocar la aparición de seres en el sueño. No bastan la voluntad ni la inteligencia.
*
No miremos el arte con ojos de precepto. ¿Por qué razón Baudelaire, Lautréamont, Rimbaud, sujetos poco recomendables en vida, significan tanto para nosotros y son, de algún modo, bienhechores?
No por su moral, desde luego, sino por haber dado un nuevo impulso vital, una nueva conciencia.
Por eso, lejos de compararlos a predicadores que divulgan la buena doctrina o la mala, debemos compararlos al primer hombre que inventó el fuego. ¿Fue un bien? ¿Fue un mal? No lo sé. Fue una partida nueva para la humanidad. Una serie de partidas nuevas constituye una civilización. He ahí también lo que le importa más al poeta: una partida nueva, una victoria sobre la inercia, sobre la suya, sobre la de la época, sobre el eterno letargo de los reaccionarios.
Vemos así que la poesía, más que una enseñanza, más que un encantamiento, una seducción, es una de las formas exorcizantes del pensamiento. Por su mecanismo de compensaciones libera al hombre de la atmósfera mala, permite respirar al que se ahogaba. Resuelve un intolerable estado de alma en otro satisfactorio. Es, por consiguiente, social, pero un modo más complejo y más indirecto que lo que se piensa.
Como quien no quiere la cosa, respondo de este modo a la pregunta: “¿A dónde va la poesía?” Va a hacernos habitable lo inhabitable, respirable lo irrespirable.
*
La verdadera poesía se hace contra la poesía, contra la poesía de la época precedente, no por odio, sin duda –aunque a veces tome ingenuamente este cariz–, sino por la fatalidad de su tendencia doble, que reside: primero, en aportar el fuego, el impulso nuevo, la toma de conciencia nueva de la época; segundo, en liberar al hombre de una atmósfera vieja, usada, echada a perder.
El papel del poeta consiste en ser el primero en sentirla, en encontrar una ventana que abrir, o más exactamente en abrir un absceso de la subconsciencia.
*
Vemos que, al partir, el poeta está solo, que emprende solo la aventura. Su verdadera acción social empieza más tarde, cuando la humanidad entera se le incorpora, casi a su pesar.
Esta incorporación es tan natural que, a veces, creemos retrospectivamente y con alguna ingenuidad que el poeta ha copiado el tono de la época anterior.
Así se vuelve eternamente actual el poeta que ha tenido el valor de no serlo demasiado pronto.
De una comunicación leída en el Congreso de los PEN Clubs, Bs. As. 1936.
------
*Publicado en la revista Poesía Buenos Aires 3 (otoño de 1951). p. 46. Volumen 1 de la edición facsimilar (Biblioteca Nacional, 2014). No se consigna nombre del traductor. Los directores de la revista, Jorge Enrique Mobili y Raúl Gustavo Aguirre, agradecen a Irma Magnasco por la revisión de las traducciones del francés de ese número.
Comments