"Me deslizo desde hace mucho tiempo sobre las escrituras sagradas sin arranque de fe. En la lectura paladeo el alfabeto antiguo, mi conocimiento tiene lugar en la boca. El hebreo antiguo gira como un bocado entre lengua, saliva, dientes y velo del paladar. Abierto a todo despertar, es un resto de maná, adquiere el gusto deseado en cada momento, como le ocurre a los besos".
–En Los peces no cierran los ojos, el narrador recuerda que tenía problemas con la matemática y dice: “Veía a los demás correr con los números y a mí quieto en la línea de salida. El descubrimiento de la inferioridad sirve para decidir sobre uno mismo”. ¿Con la literatura le pasó algo similar?
El sentimiento de inferioridad es el que tengo cuando estoy en la montaña. Me di cuenta de lo chiquito que soy frente a ese ambiente gigante. No soy un invitado, soy un intruso. Este sentimiento de inferioridad me ayuda también en la literatura. Cuando escribo una historia, sé que la historia no se deja escribir por mí; no está quieta esperando que yo la escriba, sino que la historia me sugiere otros recuerdos, otras divagaciones y digresiones. La historia se mueve y yo me doy cuenta de que tengo que retener solo una pequeña parte. Lo que más me gusta de la escritura es que la historia se mueve y que sólo la gobierno cuando logro tener de ella un pequeño resto. El escritor tiene que ser más pequeño que la historia que está contando.
–Usted recuerda que en los relatos de su mamá, de su abuela, de su tía tuvo grandes almacenes de historias. “Sus voces han formado mi sintaxis, mis frases escritas no son más largas que el aliento que se precisa para pronunciarlas”, dice en Los peces no cierran los ojos. ¿Cómo se conjuga en su escritura la oralidad de ese almacén de historias y la cultura libresca?
–La cultura del libro la absorbo a través de mis lecturas. Tengo escritas menos páginas de las que leí. La cultura es lo que leo. Lo que escribo tiene que ver con lo que hago para mantenerme acompañado por la historia. La oralidad está presente porque hay un “yo” narrador que cuenta la historia como desde el interior. Siento la voz que cuenta la historia; entonces la escritura es la transformación de esas voces que siento. Lo que vale no es solo lo que cuenta, sino el tono de voz que denota lo que la persona siente y expresa a través de ese tono."
Silvina Friera. “Erri de Luca: Mi futuro ya pasó, me quedan prolongaciones de presente”. Entrevista publicada en Página 12 (30 de mayo de 2018).
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