Cuando camino, camina un bisonte.
Cuando descanso, descansa una montaña.
El caminar camina.
El mundo se les revela a los que van a pie.
Caminen, aprendan idiomas, aprendan un arte o un oficio que no tenga absolutamente nada que ver con el cine. Filmar películas debe tener como fundamento alguna experiencia de vida.
Caminando se aprende más sobre filmar películas que asistiendo a clase.
Al caminar desarrollo una relación dialógica conmigo mismo.
Son tantas las cosas que a uno se le cruzan por la cabeza al caminar; el cerebro enfurece.
Si alguien ve Fitzcarraldo y eso le da coraje para llevar adelante sus proyectos, la película habrá servido de algo.
Ya lo dice el proverbio alemán: El diablo siempre caga en el montón más grande.
Me parecía mucho mejor hacer una película que asistir a la escuela de cine.
El cine no es análisis, es agitación de la mente; el cine nace de la kermés pueblerina y del circo, no del arte y el academicismo.
En primer lugar yo no soy un artista y nunca lo he sido. Soy más bien un artesano y me siento muy cerca de los artesanos medievales que producían su obra en forma anónima y que, al igual que sus aprendices, tenían una sensación física de los materiales con los que trabajaban.
Es bueno saber que alguien está arando el mismo surco que yo.
Filmar películas es un procedimiento atlético, no estético. Una vez que se empieza a filmar una película ya nadie puede ayudarte. Uno tiene que superar sus miedos y llevar el proyecto a una conclusión.
Hay que crear algo que tenga la fuerza de crear su propia dinámica.
Hay una verdad misteriosa en lo que hicimos, y yo quería que los espectadores pudieran y quisieran confiar en sus propios ojos.
Lo único que permite comenzar a filmar una película y terminarla es la organización y el compromiso, no el dinero. No fue el dinero lo que empujó ese barco montaña arriba en Fitzcarraldo: fue la fe.
Sólo a través de la invención y la puesta en escena podemos alcanzar un nivel de verdad más intenso, que de otro modo no podríamos encontrar.
Todo hombre adulto debe comerse sus zapatos alguna vez, o hacer algo que tenga el mismo sentido.
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Eric Schierloh (ed). Caminar de bisonte, descansar de montaña. Los paisajes interiores del comedor de zapatos Werner Herzog. City Bell: Barba de Abejas, 2018.
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