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Writer's pictureiván garcía lópez

El imperio de las piedras. Notas sobre arte bruto: Jean Dubuffet

Selección de Eric Schierloh



La mano piensa.

Constantin Brancusi


La mano habla.

Jean Dubuffet






Totalmente acosada por deslices, de relámpagos en el agua viva, cuán apasionante sería la obra de una trucha si las truchas pintaran.




La literatura tiene un retraso de cien años respecto de la pintura.




Abogo por la confusión.




Hay que alimentarse de inscripciones, de trazos instintivos. Respetar los impulsos, las espontaneidades ancestrales de la mano humana cuando traza sus signos.




Yo prefiero lo poco. También me gusta lo embrionario, lo mal labrado, lo imperfecto, lo mezclado. Prefiero los diamantes en bruto, dentro de su ganga. Y con sapos.




Aspiro también a captar el pensamiento en un punto de su desarrollo que precede ese nivel de las ideas elaboradas.




El sentido es un pez que no se puede mantener mucho tiempo fuera de su agua turbia.




Estoy persuadido de que el saber, a medida que enriquece al ser humano por un extremo, lo empobrece por el otro.




Lo que me parece de valor en los seres no son sus zonas de corteza enfriadas y muertas, esas que alimentan lo que algunos llaman patrimonio cultural de una civilización –y que a mí siempre se me antojó de poco valor– sino más bien todas las manifestaciones directas e inmediatas del fuego interno de la vida.




No es necesario que las cosas se lleven hasta una determinada escala y es preciso aprender a descubrirlas y quererlas tanto o más quizás cuando siguen situadas en un escalón humilde o incluso a medio hacer y hasta semi fracasadas.




Nosotros creemos, contrariamente a la idea clásica, que los impulsos hacia la creación artística, lejos de ser el privilegio de unos individuos excepcionales, abundan en cualquier persona, pero que por lo general están refrenados, alterados o falseados por una preocupación de alineación social y de deferencia hacia unos mitos recibidos.




Tengo la impresión –me persigue cuando pinto– que una relación de carácter discordante y opuesto a la vida es un recurso útil para reproducirla, como si la vida no pudiera estallar más que ahí donde se manifiestan ciertas fuerzas para impedírselo.




Quiero una profusión, y entre tantas elegiré.




Y aplicá tu pensamiento, te lo ruego, a la inanidad de la dimensión.




Y quiero agua helada –pero que corra.




La forma de la pintura ha cambiado totalmente; la de escribir, más o menos, sigue siendo la misma. Sin embargo, en el arte lo que determina toda la acción de la obra es la forma. A una misma forma un mismo contenido. Cambiando la forma es como cambia el contenido. La literatura se imagina que lo que importa es su idea y no su cuerpo; se trata de la óptica cristiana del cuerpo y el espíritu.




Eso –unos puros frutos de la impronta sin retoque de ninguna clase.




La escritura creadora sólo empieza cuando las palabras no se emplean en consonancia con su estricta significación –pues forman bajo ese concepto un pésimo registro de esquemas aptos para el único enunciado de unas ideas muy simplistas– sino con arte.




Yo no me esmero en limpiar pues me gusta que todo un mundillo involuntario de restos se constituya durante la acción.




Impedir que se produzcan todos los azares que en efecto se producen privaría a la obra de toda vitalidad.




Que el cuadro se haga en bloque y de un solo impulso. Hay que dejar ahí mismo todas las carencias y los defectos.




El cuadro no se mirará pasivamente, abarcado simultáneamente con una mirada instantánea por el usuario sino bien revivido en su elaboración, reconstruido por el pensamiento y si puedo decirlo, reactuado.




Lo que se le estropea a una obra cuando se la pretende hacer MEJOR es su ingenuidad.




Me gusta que una pintura esté al borde de no ser una pintura –el cisne suele cantar cuando está a punto de desaparecer.




Y vos, pintor, unas manchas de color, manchas y trazos, mirá tus paletas y trapos: las claves que buscás están justo ahí.




El pintor provoca un desfase, un corte entre los signos de transcripción y los objetos que han de transcribirse; se introduce un margen entre los primeros y los segundos y dicho margen, al abrir paso a toda una ola de rebotes y ecos, se convierte en toda la máquina generadora.




¡Y que vivan los pintores sin dotes!




El arte debe nacer del material y de la herramienta, guardar su huella y la de la lucha con el material. El hombre debe hablar, pero la herramienta también y lo mismo el material.




Lo que me interesa son las producciones artísticas dimanantes de las personas extrañas a los medios especializados y elaboradas al margen de cualquier influencia en forma totalmente espontánea e inmediata.




El arte bruto recurre a las capas más recónditas del ser humano –las capas del salvajismo– para ofrecer de ellas un ardiente lenguaje.




A mí lo que me gusta es poner las cosas que amo en un extremado peligro.




Debo decir, finalmente, que el aspecto de las ideas formales me parece dotado de muy poca virtud en comparación con el imperio señorial de las piedras.




Y por cierto, fiate de mis pinturas, no de mis escritos.





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Jean Dubuffet. El imperio de las piedras. Notas sobre arte bruto. Argentina: Barba de Abejas, 2021. 3ª edición. Col. Vida artística.


“Integran la colección Vida artística collages compuestos a partir de fragmentos cuidadosamente espigados de textos de autores que han nutrido la dimensión artística de la vida del editor, quien los publica confiando en que harán otro tanto con los lectores.”


“Esta tercera edición artesanal de El imperio de las piedras. Notas sobre arte bruto de Jean Dubuffet preparada por Beelly el Apicultor se terminó de maquetar a comienzos del invierno pandémico de 2021. El ejemplar fue impreso & encuadernado en el taller de Barba de Abejas, donde también algo de arte bruto retoza et labora.”



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Al parecer, la selección de apuntes (ajustados a veces en su traducción por Eric Schierloh) proviene de Escritos sobre arte, traducido por Melitón Bustamante y publicado por De Bolsillo en 1975.




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