río ipoh
( )
sultán, rajah, príncipe
hermoso, torrencial
río
¿cómo te llamo?
vestido de resplandores,
manso y poderoso
halcón, mariposa.
( )
río de los misterios, río soberano
como un cielo
caído, devorás la tierra
en advertencia: es inútil aferrarse,
el mundo no te pertenece.
pero recibís en tu lecho de flores
con el candor de una niña, y las llevás
en tu cabellera
como una amazona.
( )
no importa lo que digan, amo
por sobre todas las cosas
lo que no comprendo: el río
su caudal, su rumor,
su sueño de emanaciones,
su ferocidad para atacar la costa.
cómo se llevó los pilares de las casas
como nada en la corriente
y el rostro diminuto de las mariposas.
( )
si mi alma vaga como el río
¿es el río?
si mi corazón se pierde en la pena
con el arrullo del río
¿el consuelo?
"Río Ipoh" en Ira. Buenos Aires: Nusud, 1999.
Santa
Clamando al cielo de la pampa "santo, santo, santo..."
pasaron las nubes, las calaveras
pasó mi hora, pasaste
mi pasado pasó
sin dejar huella
sin seguir rastros
llegaron santas
las estrellas
REvisitada
Cuándo llegué, y por qué camino, no lo sé.
Cuándo me iré, y por qué camino, de los miles que se abren
entre los siete mares
no lo sé.
Esta vida que tengo se parece al viento
que sopla las velas y aúlla
su propio vacío.
Manifiesto
Caminos, caminos y caminos. De polvo, polvo rojo, ceniciento, polvo de estrellas; de grava; de pedruscos; de tierra negra. Senderos en el pasto, en las selvas y en los bosques. Caminos descubiertos al andar sin rumbo. Rutas pavimentadas, cortadas y en destrucción; carreteras y sistemas de puentes. Puentes levadizos. Túneles. Cavernas abiertas en ambas caras de la montaña como los tránsitos de un topo. Lechos de ríos corrientes y secos. A campo traviesa. En la pampa. En las cascadas y entre los saltos. A cielo llano, rival y espejo. Al azote de una tormenta. Por el cañón, de noche. En suelo antediluviano. Entre las plantaciones de maíz y de bananos. Por los bambúes, a machetazos. Tras las huellas de los zorros en la nieve. Sobre el hielo. Sobre las hojas crujientes de oro. Cuesta arriba. En basurales y desarmaderos de autos. En la huerta que fue mía. Entre mi casa entonces y la tuya, la suya y las de otros. De la cocina a la cama. Por las calles y sus continuaciones. En terrenos expropiados y baldíos. Hasta el puesto, la tranquera, la terminal y el aeropuerto. Hasta caer rendida de cansancio. Por la ruta del café, la ruta arqueológica y la de los fundadores y sus monumentos. Por la línea de la costa. En la pasarela honda sobre el estero. En el monte cerrado de espinos y cactus. En la selva altísima, con magnolias y cocos e hibiscus suspendidos en el aire para alegría de los monos. Al pie de las lianas. Arriba de las nubes. En barranca. Entre estuarios. Por las rias. Entre raíces. Siguiendo la manada de alces. En línea recta por el imperio del Inca. De isla a isla. Trazados, o a tientas, en el desierto. En playas de arena blanca, tibia y suave; de arena gruesa y fría, conchillas, parvas de caracoles. En una playa de arena negra. En terrazas de piedra pómez. Entre multitudes y concentraciones. Marchando en protesta. En gruesos macizos. Pisando sal. A nado. En busca de donde podrían desovar los salmones. Con ayuda de las manos. Sola, en pareja, con amigos, con extraños. Sobre el vacío, por caminos colgantes de soga. Sobre lenguas heladas de lava. Al lado de las vías del tren. Antes de ir a dormir. Después del huracán, con tres secciones de árboles volteados enteros en la ruta, una mata verde y compacta hasta las rodillas, un laberinto fragante a andar con los ojos cerrados antes del amanecer. En ayunas. Por las placas de piedra donde anidan las águilas. Por los pirizales y las sabanas geométricas. Subterráneos. Arcillosos. De cornisa. Tupidos de bromelias. Contracorriente. Contra remolinos de arena. En la bahía desnuda. Al sol que abrasa y la brisa, aire de la luna. Leche de la luna.
"Santa", "REvisitada" y "Manifiesto" en Andinista. Buenos Aires: Gog y Magog, 2009.
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