en la costanera
el sábado el domingo tocan la arena miran la dulzura pequeña de las islas
bajo el sauce mayor la siesta de botellas rotas alguna caña
esa música lenta que sólo sabe irse
la paloma, el niño se comprenden
arriba en autitos de juguete pasean, los muertos.
*
Un poema debe asumir el riesgo, la desprolijidad, el exceso. Prefiero los recortes, lo que se deshecha, borrones, tachaduras… no el objeto acabado, la conclusión, el punto final, sino los pedazos vivientes, los sueños, los tumultos de la sangre… Amo los balbuceos, el desorden, las dudas, los espacios en blanco, las reiteraciones… ¿no opera acaso así nuestro corazón, nuestra cabeza? No el artificio, la artesanía, por sublime que sea, y sí esa pulsión de tinieblas y sangre y toda nuestra vida deshecha allí aconteciendo, acompañándonos. Muy pocos llegan hasta el final y hasta el final no se llega con prudencia, astucias, disciplina, se llega con otra cosa que está contra la mano propia, contra los principios, las ideologías y sobre todo contra el temor. Corrijo un poema con otro y con otro… desde los trece años estoy buscando el poema verdadero, ¿por qué no habría de divertirme mientras tanto? Escribo casi todos los días, ceniza, perlas, florcitas de plástico y también mi lírica de dolor y de veneno…va saliendo la poesía, va saliendo de esa tripa y uno no sabe qué es, ni maneja ni controla nada, salvo alguna corrección inevitable, alguna prudencia en publicar, alguna música (Alejandro Schmidt).
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