Dos momentos de la plática que mantuvieron Diego Sztulwark, Natalia Gennero y Diego Skliar con el filósofo italiano Bifo Berardi en el Bar de la Tribu de la radio comunitaria (Buenos Aires, noviembre de 2018).
Sensibilidad, ambigüedad y poesía
Antes que nada, ¿qué significa sensibilidad? Se considera, en la filosofía moderna, la dimensión sensible está considerada, más o menos, como un nivel inferior del conocimiento, como el comienzo del conocimiento que tiene que ser superado por una forma más alta, más abstracta. En la modernidad, de hecho, la abstracción constituye el giro más poderoso de transformación de la vida, hasta la abstracción del trabajo de la cual habla Marx, hasta la abstracción financiera… Pero hay un malentendido fundamental: la sensibilidad no es el comienzo bajo del conocimiento alto, no es así, no se trata de eso, la sensibilidad es parte… ¿qué es la sensibilidad?, es la capacidad de entender lo que no se puede traducir en palabras, o mejor, en signos numerizables, eso es. Es la capacidad de entender lo que es ambiguo, el papel, el lugar, el espacio de la ambigüedad es lo que sólo la sensibilidad puede enfrentar. El problema es que el humano es ambiguo. No hay posibilidad de reducir al humano a lo unívoco. Tal vez podemos hacerlo. Pero es una reducción. La abstracción y el proceso de numerización del conocimiento no es ni bueno ni malo, simplemente es una reducción de la riqueza implícita en la ambigüedad. […] Entonces la sensibilidad vuelve hoy como un problema crucial en la historia del conocimiento, de la comunicación y de las relaciones sociales mismas, porque la sensibilidad está en peligro, en un peligro mortal. ¿Qué está pasando, en este nivel, [en relación con] el pasaje entre lo que yo llamo comunicación conjuntiva a la comunicación conectiva, es decir, el paso de la comunicación humana, ambigua, a la comunicación digital? ¿Cuál es la diferencia entre conjuntivo y conectivo? El conjuntivo es la capacidad de entender al otro a través de los signos verbales y de los signos no verbales que circulan ambiguamente en el territorio de la comunicación. La conexión es la reducción de la pragmática a la sintaxis. Es una reducción de la ambigüedad a la simple definición del sí y del no, del blanco y del negro, del cero y del uno. No estoy descartando o rechazando la importancia, la riqueza instrumental del conectivo, estoy diciendo que si reducimos el conocimiento y la comunicación a lo conectivo, estamos perdiendo lo más importante, estamos perdiendo la ambigüedad […] Es una diferencia filosófica. Es la diferencia entre los que dicen sí-sí, no-no, y los que reconocen que la relación erótica, lingüística tiene una ambigüedad… yo sé que en situaciones de violencia sí es sí y no es no, pero intentamos pensar en términos que no sean reducidos totalmente por la condición de violencia… eso significa que, en la relación humana, lo más importante es el entendimiento de la intención en su ambigüedad, es decir, en su riqueza, es decir, en su exceso… su exceso de sentido, su exceso de significado, que nos permite progresar. El progreso humano, el descubrimiento de cosas nuevas, la posibilidad de emanciparnos de la tiranía del capitalismo o del poder, esto depende de un exceso del lenguaje… La poesía. Qué es la poesía al final, es la palabra que sale de la palabra, es la palabra que cuestiona el sentido y descubre posibilidades que están más allá de sentido.
Precariedad, voz y lenguaje
Si intentamos entender lo que precariedad significa hoy para la generación conectiva, para la primera generación que aprendió más palabras por una máquina que por la voz de la madre, me parece que precariedad tiene otro, más profundo sentido. La precariedad se forma al nivel de la relación entre significado y significante. Una filósofa italiana que se llama Luisa Muraro, en su libro L’ordine simbolico della madre, no sé si está traducido, pero es un libro muy importante desde el punto de vista lingüístico, no sólo filosófico. Dice qué hace, cómo se pasa, yo he aprendido que esta se llama “acqua”, cómo lo he aprendido, cómo ha podido verificarse esta cosa muy incomprensible que es la vinculación entre un sonido y el significado funcional de esta palabra… Es en la relación con la madre. Cuando digo madre no hablo de la madre biológica, una madre fémina, puede ser el amigo que vive en la casa de junto, puede ser el tío, puede ser la hermana. La voz. Es la singularidad de la voz. Giorgio Agamben, en un libro que se llama El lenguaje y la muerte, que está traducido, dice que la voz es el punto de conjunción entre la carne y el sentido. Fantástico. La vibración singular de la voz. El sentimiento de confianza total en esta singularidad. Y el sentido. Y el significado. El significado nace desde esta vinculación a la singularidad contextual, carnal, erótica de la voz. ¿Qué pasa cuando se forma una generación que aprende más palabras por una máquina que por la voz de la madre? Es la raíz de lo que llamamos precariedad. Es el hecho de que el sentido se va desplazando del territorio vibracional, singular, erótico de la voz hacia la dimensión fría, binaria de la funcionalidad. Esa es agua porque funcionalmente tengo que saber eso, para beber, bla-bla-blá, bla-bla-blá. Bueno, la formación maquínica del lenguaje es una relación esencialmente funcional, tienes que saber que eso significa eso, porque es la sola manera de recibir una respuesta. En la relación con la voz no hay univocidad de la interpretación, tú puedes no comprender muy bien, no importa, la próxima vez entenderás mejor, o puede ser que nunca entenderás, pero te produce un efecto de otra… el malentendido, es una buena cosa tal vez, es el exceso, es el enriquecimiento del campo lingüístico, pero en la dimensión binaria, no: si no entiendes no se pasa nada, si no entiendes, pierdes. En la dimensión comunicacional. Eso es la precariedad.
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