La Fundación "Eugenio Mendoza" acaba de hacernos un valiosísimo regalo, con la edición de la obra Cantos de trabajo del pueblo venezolano, de Luis Felipe Ramón y Rivera, a quien tanto deben ya las labores de investigación folklórica nacional...
El canto de trabajo es universal [nos dice el autor en la introducción de su libro]. El hombre canta mientras trabaja, muchas veces con el deseo de acompañarse, de no estar completamente solo. Cualquier canto aprendido quién sabe dónde puede acompañar al hombre en su trabajo; pero ya desde el comienzo mismo de la actividad humana, valga decir, desde los tiempos más remotos y entre los hombres más primitivos, el canto asume con el trabajo una función más alta: la de alabar a los dioses por el buen fruto de las cosechas.
Lo que equivale a decir que el canto de trabajo constituye una de las expresiones musicales más antiguas y respetables del ser humano. Ese canto corre parejo con el proceso de "asentamiento", inmediato en evolución al de la vida nómada: nace con la noción primera de la agricultura y de las industrias domésticas que a ella quedaran unidas para siempre. Cuando el hombre cobra conciencia de la energía de la semilla y del mecanismo telúrico del crecimiento de las plantas y de la posibilidad de cosechar sus frutos de acuerdo con la sucesión de las estaciones, nacen sus cantos de labor. Entre la tierra y el canto se establece un vínculo sagrado, por así decirlo. Pero vínculo que se ha perdido en muchos países del continente. Porque es interesante señalar que el libro de Luis Felipe Ramón y Rivera nos revela una riqueza del pueblo venezolano, que en vano buscaríamos bajo otras latitudes. Siendo cubano, y habiendo pasado mi infancia en el campo de Cuba, puedo afirmar que esa hermosa tradición no ha sido conservada en mi país con tal fidelidad, puesto que el cultivo de la caña de azúcar, por ejemplo, que los trabajadores haitianos suelen acompañar de cantos antiquísimos –heredados, acaso, de los coros tribales del África–, no conoce ritmos ni coplas semejantes a los "cantos de molienda" que la investigación del acucioso folklorista ha podido localizar en Venezuela.
De ahí que el estudio de Luis Felipe Ramón y Rivera tenga un alto valor para todo el que se interese por las manifestaciones folklóricas del continente. Su libro reúne cantos de ordeño y de arreo, recogidos en el Llano, de una majestuosa belleza; cantos para las faenas de molienda; cantos de lavanderas –uno de ellos presenta una sorprendente intuición de la polifonía–; cantos para la recolección del café, para pilar el maíz, así como una colección de pregones –vendedor de pescado, de billetes, de flores, de queso de mano, sin olvidar el clásico caramillo del amolador de tijeras y cuchillos–, que nos ponen en presencia de otras tantas expresiones populares llenas de gracia y de carácter. Algunas fotografías añaden la ilustración necesaria a ese estudio sobrio, concienzudamente realizado, que pone un documento de primer orden en las manos de quienes se interesan por valorizar las inagotables riquezas del folklore venezolano –mucho más generoso en realidades melódicas y rítmicas que el de otras comarcas de América.
Debemos felicitar a Luis Felipe Ramón y Rivera por el acierto que constituye su última monografía. Con libros como el suyo –que se añade a los trabajos realizados por el autor en colaboración con su esposa, Isabel Aretz– se va completando el panorama folklórico del continente, permitiéndonos establecer muy útiles e instructivas comparaciones.
El Nacional, Caracas, sin fecha.
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Alejo Carpentier. "Cantos de trabajo del pueblo venezolano". En Presentación Pinero (ed). Obras completas de Alejo Carpentier. T.2, vol. XI, Ese músico que llevo dentro. México: Siglo XXI Editores, 2002. pp. 407-409.
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