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  • Foto del escritorIván García

Balkrishna Doshi: Yo no soy arquitecto

Actualizado: 20 feb 2020

Alumno de Le Corbusier y colaborador de Louis Kahn, el arquitecto indio Balkrishna Doshi (1927) fue reconocido este año con el premio Pritzker, "el Nobel de Arquitectura". En estas páginas compartimos una serie de declaraciones que ha dado a lo largo del tiempo sobre su oficio. En ellas sobresale su interés por comprender la arquitectura dentro de una trama vital y no simplemente como un decorado prestigioso.


Yo no soy arquitecto



Defino la arquitectura como un organismo vivo, un lugar donde vives y celebras la vida. Creo que la arquitectura evoluciona como la propia vida. Mientras vives, todo el tiempo estás cambiando y haciendo ajustes a partir de una situación. Más que practicar arquitectura, aprendo constantemente de la vida y del comportamiento de las personas y los lugares. Somos una sociedad gregaria, nos gusta mezclarnos, vivir juntos, movernos juntos, y somos también un poco caóticos. Por ello, todo lo que hagamos debe poder adaptarse a una situación cambiante. Para mí la arquitectura no es un edificio aislado, sino un complejo de viviendas. Espero que mi trabajo se reciba con el mismo espíritu con el que lo he ofrecido. Mi nombre es Balkrishna Doshi.


Yo no soy arquitecto, ese es el problema… para mí es una búsqueda, sólo una búsqueda. Búsqueda de lo desconocido que aún no he conocido; ni siquiera yo sé cómo se manifestará. Esa es realmente la esencia de mi trabajo. Comienza en algún lado y termina en otro, y en el proceso yo crezco y el trabajo crece, los dos crecemos juntos.


Considera cada edificio tuyo como un templo para Dios. Imagina ese concepto. Si estás construyendo una casa, una pequeña casa, y enseguida te dicen que es un templo para Dios, ¿pensarías miserablemente?, ¿pensarías que todo es miserable? ¡No! Pensarás: el hombre es pobre, pero éste es su templo, así que debo encontrar la forma de darle una experiencia más elevada. Tú representas a este Dios, eres un emisario de ese hombre, así que no puedes ver cómo lo maltratan por tu error.


A nadie en realidad le gusta la miseria, ¡no! Lo hacemos miserable porque somos miserables. Somos ordinarios y por ello damos lo ordinario. Ahora, si piensas que estás representando a Dios… Uno es un templo para Dios, ahora estás representando a Dios ¿Intentarías ser menos generoso? ¿Harías algo como un representante de Dios que dices ser, o dirás “no puedo hacerlo” o “mis circunstancias no me lo permiten”?


En la verdadera arquitectura uno experimenta una alegría y una celebración que influye en nuestro interior. No puede verse por separado como modulación de la luz, superficies o sistema de soporte. Al contrario, un buen diseño combina pisos, paredes, techos en un todo contiguo y crea un espacio orgánico como un ser vivo… Entonces se convierte en un pequeño universo, un microcosmos al que podemos llamar el paraíso.


Creo que hablar de la biología de la arquitectura es como decir que la “arquitectura” es una entidad con vida propia, pero relacionada con algo así como la biología en términos de plantas, personas, animales y todo. Estamos conectados con algo más. A decir verdad, estamos conectados con el campo cósmico total y es así como deberíamos hablar de la biología de la arquitectura, con un alto grado de fluidez, con una corriente subterránea de acceso y regocijo humanos. Creo que cuando un hombre va a un lugar, primero debe sentirse relajado, alegre, feliz, en calma. Debe decir: “Dios mío, no quiero irme de aquí”. Le da a su vida un ritmo más lento, comienza a descubrirse a sí mismo, y no sólo a sí mismo, sino también sus ojos y oídos y todo se agudiza. Puede oír al pájaro, a la música. Incluso su espacio se modifica, su andar cambia. Eso es lo que sucede cuando vamos temprano en la mañana a la orilla del mar o cuando vas al Himalaya y caminas a solas. Creo que esa es la biología de la arquitectura. Todos nuestros antiguos edificios creaban esos espacios, esos patios, verandas, voladizos y el patio interior, y ahí estaba ese silencio. Ese silencio te hizo consciente de que eres alguien. Tú eres tú mismo y es ahí donde comienza la vida real, donde comienza el aprendizaje, es ahí donde te sientes feliz y satisfecho, y aunque no tengas fuegos artificiales estás celebrando tu propia existencia. Eso es la celebración.


La ciudad se ha vuelto un lugar para el mercado. Las plazas comerciales son un sustituto del espacio público, las calles se han vuelto vías, los automóviles y el pavimento dominan todos los lugares. Antes los patios, balcones, terrazas y verandas eran los lugares del hábitat indio. Cuando hablo de celebración me refiero a estos lugares que hemos olvidado como sociedad. ¿Es esto un fracaso del arquitecto o ha cambiado la dinámica de la vida? Puede ser un fracaso de nuestro sistema educativo, pero sobre todo tiene que ver con la percepción privada: cómo quieres vivir, qué valoras… Para mí, celebrar el hábitat significa comenzar por nosotros mismos, por nuestros hogares, nuestros lugares de trabajo, nuestras calles y crearlos de nuevo. Los edificios son instrumentos fundamentales para celebrar la vida. Todo lo que mejora la calidad de vida y amplifica nuestros sentidos, necesita ser valorado. La gente debería estar consciente de ello.


Transcripción y traducción del inglés de Nayeli M. López e Iván García

Publicado en La Jornada Semanal (1 de abril de 2018).



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