La poesía coreana en México es mucho menos conocida que la de China o Japón. Dentro de ella, el sijo, un poema cuya forma estándar es de tres versos de quince sílabas cada uno, ocupa un lugar muy importante. En esta muestra, presentada brevemente por el poeta Haroldo de Campos, la traducción se apoya en una disposición especial en la página para alojar la base oral del poema.

Sijo, la poesía de un país llamado danza
Por Haroldo de Campos
La poesía coreana –esa poesía de un “país llamado danza”, según la frase del filoheleno Paulo Leminski, en cuya imaginación acústica resonaba la forma griega Khoréia– viene cobrando entre nosotros un sorprendente y bienvenido florecimiento.
Gracias a la iniciativa pionera de la joven Yun Jung Im, una coreano-brasileña de gran sensibilidad, graduada en Química en la Universidad de São Paulo y maestra en literatura por la Universidad de Yonsei (Seúl), tuvimos hace un año [en 1993] el lanzamiento de una representativa y reveladora antología de poesía coreana moderna (El pájaro que comió el sol). Ahora, Yun Jung Im, en compañía del poeta y músico Alberto Marsicano, un cultivador del haiku y del refinado arte del sitar, nos brinda una nueva e importante contribución. Ambos transponen para nosotros el sijo, arte clásico de “poesía-canto”, cuya consolidación data del siglo XIII, pero que tiene sus raíces en “cantos budistas importados de la China Ming” y en “antiguos cantos chamánicos”, como apunta Kevin O’Rourke en The Sijo Tradition.
“Poesía-canto” –como lo fue también la poesía provenzal y la de nuestros trovadores gallego-portugueses–, el sijo puede definirse, siguiendo al mismo O’Rourke, profesor de la Universidad de Kyunghee, como una singular “amalgama de ingenio (wit) y sensibilidad”, que se distingue por su aspecto imagístico –“sencillo, directo, ceñido”– y que alcanza su efecto estético sobre todo mediante el “contraste”.[1]
Para la transposición rítmico-prosódica de la estructura del sijo, Yun y Marsicano distinguieron una disposición visual que se apoya en el “eje medio” (por usar un concepto de Arno Holz, un innovador de la lírica alemana preocupado por el registro del aspecto oral, la respiración rítmica de sus composiciones). Yun y Marsicano llegaron a esa solución naturalmente, sin pasar por los trámites teórico-prácticos del creador de la Mittelachsenpoesie, toda vez que, como Holz, estaban particularmente empeñados en el establecimiento acústico-gráfico de un esquema prosódico de base oral. Menciono ese problema y la forma en que fue resuelto, para resaltar el criterio que guió a los traductores en su esfuerzo por reconfigurar una forma inusitada, procedente de un idioma poético remoto, que le concediera –mediante un procedimiento compensatorio– la singularidad, el “extrañamiento” creativo en el idioma de llegada, el portugués de Brasil. Además de ese diagrama de lectura, los traductores tomaron como precepto la conservación del despojamiento, el carácter directo, la sencillez icónica del original, con una dicción al mismo tiempo concisa y dúctil en nuestra lengua.
La luna brilla
en el cielo claro
después
de la noche helada
La luna
después de la nieve
es siempre
diáfana
Sólo las nubes en los confines del cielo
vienen
y van
Shin Hüm (1566-1628)
Me olvidé
del oro
Y la fama
Me olvidé
de las cosas del mundo:
ruido
y pesar
Me olvidé incluso de mí mismo
¿Por qué entonces la gente
no se olvidaría de mí?
Kim Gwang-ug (1580-1656)
El viento frío
arrastra la nieve
y la amontona
en la ventana
El aire helado
viene y perturba
a la adormecida
flor del cerezo
Ni con todo su poder gélido
podrá llevarse
el deseo de la primavera
An Min-yóng (1816-?)
En este valle
junto al río
rompo piedras
para hacer una casa
Aro la tierra
a la luz de la luna
y me recuesto
en las montañas
El cielo y la tierra me llaman y dicen:
¡envejezcamos
juntos!
Anónimo
Durante diez años
construí una pequeña casa
de tres cuartos
Uno para mí
otro para la luna
y otro más
para el viento
Como no puedo acomodar ríos y montañas
los mantengo
a mi alrededor
Anónimo
Sin calendario
en medio de montañas
no sé del cambio
de las estaciones
Cuando florece
es primavera
Cuando caen las hojas
es otoño
Y cuando los niños piden ropa más gruesa
sé que ha llegado
el invierno
Anónimo
Vamos mariposa,
a las montañas azules
¡Ven también,
mariposa tigre!
Si en el camino
anochece
dormiremos
en una flor
Que la flor no nos quiere:
dormiremos
en una hoja
Anónimo
Vuelvo a caballo
a mi pueblo,
la capital
de hace 500 años
Montes y ríos
no han cambiado
Pero los abuelos
ya no están
¡Cómo es que esos días tranquilos
se fueron
como un sueño!
Kir Je (1353-1419)
Dos budas de piedra
frente a frente
sin ropa
sin comida
bajo la lluvia
y el viento
entre la nieve
y la helada
Aún así los envidio porque no conocen
el dolor humano
de la separación
Jóng Tchór (1536-1593)
Si es negro
dicen blanco
Si es blanco
dicen negro
Negro
o blanco
¿quién al final
está de acuerdo?
Cierro los ojos, me tapo los oídos
y no quiero saber más
de todo eso
Kim Su-jang (1690-?)
Las montañas de jade
no tienen palabras
El agua que fluye
no tiene forma
El viento claro
no tiene precio
Y la luna llena
es soberana
En medio de todo esto
mi cuerpo fuerte ha de envejecer
sin pesar
Sóng Hon (1535-1578)
Traducción del portugués de Iván García
[1] El sijo se compone de tres versos que suman alrededor de 45 sílabas. Como explican Yun Jung Im y Kyong-ja Ahn, el tema se presenta en el primer verso y se desarrolla en el segundo, mientras que en el tercero surge un anti-tema o vuelta de tuerca, o bien la resolución de un impase. En México, el lector puede consultar dos colecciones de sijo: Aroma del este (Colmex, 2005), preparada por Hwang Tae-jum y María Isabel Filinich, y otra incluida en Flor y oro de la poesía coreana (Aldus, 2001), cotraducida por Raúl Aceves y Joung Kwon Tae. Además, en el número 17 de la revista El poeta y su trabajo también se publicó una muestra, a partir de la traducción al portugués de Yun y Marsicano, con un texto de Yun y Kyong-ja en el que explican el proyecto de “traducción visual de la forma acústica” del sijo. [N. del T.]
*Publicado en La Jornada Semanal (28 de enero de 2018).
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