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  • Foto del escritorIván García

Pier Paolo Pasolini. Lo sagrado está aquí (texto inédito)

Actualizado: 1 nov 2019


No pertenezco a ninguna corriente, salvo de manera muy vaga. No soy un profesional del cine, no fui a ninguna escuela, no tuve maestros, ni me relacioné con ningún movimiento. Yo provengo de otro campo y por lo mismo he trabajado de manera bastante irregular.


Sin embargo, llevo conmigo una constelación de nombres: Charlot, en primer lugar, y después Buster Keaton, aunque éste es mejor en algunas cosas. En otra constelación, la más importante de todas, está Dreyer. Y por último, en una constelación completamente inusual para un director italiano, se encuentra el japonés Mizoguchi.


No sé si ellos forman una corriente, pero en todo caso han formado, al menos tangencialmente, la estructura y el estilo que caracteriza mi trabajo. En todos ellos, quizá incluso en Mizoguchi (aún no he estudiado su trabajo en moviola), se pierden los planos secuencia tan característicos del neorrealismo.


He aquí por qué mi posición es contradictoria. Porque yo no puedo provenir más que del neorrealismo. Yo comencé a trabajar en medio de un fuerte clima (aun cuando el movimiento como tal ya había entrado en decadencia), así que no puedo más que pertenecer a todo ello. Pero después, cuando comencé a hacer mi propio trabajo, hice películas que, en lo estilístico, lo contradicen completamente. Podría definir mis películas con esa característica negativa, pues en ellas faltan los planos secuencia. Y como estos son el principal elemento estilístico del neorrealismo, deduzco que yo, estilísticamente, estoy fuera de él.


Desde el punto de vista de los contenidos y de las problemáticas, evidentemente sucede algo parecido. En Accattone, por ejemplo, hay algo de denuncia social, típica del neorrealismo, y por ello podría decirse que, en cierto modo, pertenece a ese movimiento. Pero estilísticamente no tiene nada que ver con Ladrones de bicicletas, ni con otras películas representativas de ese periodo. En conclusión, diría que mi corriente, en cuanto a contenidos, al menos en sus inicios parte del neorrealismo, pero lo contradice desde el punto de vista formal. Creé un modo de hacer cine que se sale un poco del cuadro típico, común, corriente del cine italiano, es muy personal. Y ésta, en mi opinión, es la cualidad y el límite de mi trabajo.


Sobre la trascendencia

En el cine la realidad se expresa a través de la realidad. Tenemos un código mediante el cual decodificamos la realidad y que a la vez nos permite decodificar las imágenes reproducidas de la realidad, es decir, del cine. Esto significa que los códigos del cine y la realidad son sustancialmente idénticos. Ahora, como el cine es un lenguaje, la realidad también lo es. ¿El lenguaje de quién? Aquí entra el pensamiento de lo trascendente.


Para ustedes la realidad son todos aquellos signos que uno puede analizar semiológicamente, que le recuerdan o le dicen algo. Para los católicos, es Dios, o sea el Trascendente, quien habla a través de la realidad, es decir, la realidad no es otra que el sistema de signos de Dios. Ahora, para mí, que no soy creyente, debo recurrir a una especie, digamos, de ontología: la realidad es el complejo de signos mediante el cual la realidad se hace presente. En otras palabras, mi visión del mundo, aunque sacra y religiosa, es de tipo inmanentista. Así que si ustedes quieren hacer coincidir su trascendencia con esta idea mía sacrada e inmanentista, este componente es el componente característico de todas mis películas, desde Accattone a La pocilga.


La película sobre San Pablo

Aun en el caso de San Pablo, aquello que me motivó a filmarla, después de tantos años de pensarlo, es una idea formal, pero, entiéndaseme bien, no es nunca formalista, no es nunca estereotipada. Me refiero a la idea de ver dos San Pablo: uno, el santo, el hombre arrebatado al tercer cielo, y el otro, el hombre débil. Desde el momento en que tuve la idea poética de dos San Pablo en uno, tuve toda la película. Hay todo un lado humano con grandes cualidades y grandes defectos que contrastan con el santo. Toda la película está basada en esta dicotomía entre santidad representable y humanidad con todos sus defectos.


Las últimas cosas

A dónde vamos, qué lugar nos espera, es un problema del que no me ocupo, porque siempre tiene algo de chantaje. Si fuera un comunista ortodoxo diría que se va a un mundo mejor de justicia social. Y sin embargo, mientras tanto, los trabajadores apenas sobrellevan la vida con sus salarios. Ustedes los católicos dicen que el futuro del hombre es la salvación del alma, es decir, anulan metafísicamente el problema y así lo resuelven. Los liberales dicen: el futuro es un futuro de bienestar porque el mundo se mecanizará y el bienestar envolverá a todos, la producción será hecha para ser consumida y esa será la edad de oro. Todos tienen su propia idea de futuro, un futuro lleno de promesas. Yo me niego a prometer un mejor futuro. El futuro es hoy. Aunque también para ustedes los cristianos el hoy y el mañana son copresentes.



Publicado originalmente el 2 de diciembre de 2014 en el diario Avvenire.

Traducción del italiano de Iván García publicada en Laberinto (11 de abril de 2015).


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