La idea: una traducción más “difícil” que el original. Menos traducción de un poema que un poema traducido. La operación traductora tiende a esclarecer el texto de partida. Aquí se desesclarece. Se invierten las señales. Es el original que pasa a esclarecer la traducción, el inicio explica el fin. Un toma y daca que sólo puede beneficiar al inicio, el texto de partida, cuando lo merece. Y a ella, la traducción.
Sin embargo: hablamos de traducción literal. En otros registros, ondas y bandas. Mantener el enigma-interés del original, que sufre una refracción, no solo lingüística. Una cólera vertical en la historia de la tradición traductora. En la línea de Sousândrade y Odorico Mendes, de quien se dijo que su Homero era más difícil que Homero, y que uno de sus modelos, Vincenzo Monti, era un traductor de traductores.
Para comprender tal traducción es preciso consultar el original, en cuanto diccionario lingüístico y poético-ideológico. O deslindar la versión mesmerizante, imaginando un original.
Algunas de estas y otras ideas ya rondaban mis traducciones de Heine (“Der Atlas”) y Marina Tsvietáieva: sonidos proliferados aquí y allá, todo a la vez, mínimo caso a las rimas finales de los versos. Desadjetivación. Compuestos aglutinantes que raspan. Imposible un día de verano en esta traducción. Una traducción originalterada.
Traducción del portugués de Iván García
Publicado en Periódico de Poesía de la UNAM (número 79, mayo de 2015).

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